Cuando el sol apenas empieza a despuntar ya Tomasa se ha levantado de la cama, ha bebido una tasa de café y molido el maíz para los bollos. Su hija Catalina la acompaña en las labores, pero además prepara las cocadas, enyucados y caballitos...
Hacia las dos de la tarde, cuando los rayos del sol caen inclementes sobre Barranquilla, empiezan su recorrido. Más de 50 cuadras camina cada una para vender sus productos y en distintos rincones de la ciudad pueden escucharse las voces que anuncian: Boooollo de queso, boooollo de angelito , cocada, caballito, alegría .
Como Tomasa y Catalina, cientos de mujeres de raza negra, residentes en los barrios San Pachito, Nueva Colombia, El Valle y La Manga, se ganan la vida caminando las calles en busca de quienes les compren las delicias que les enseñaron a preparar sus antepasados.
Ellas, las palenqueras, como les dicen, son mujeres descendientes de hombres y mujeres arrancadas al Africa y que huyendo de los esclavistas españoles y criollos se refugiaban en los palenques o ciudadelas para luchar hasta la muerte por la libertad. Hoy, como entonces, siguen preparando sus productos.
Ese trabajo, de temple y tesón, es el que han querido resaltar, Yennys Orellano e Isabel Muñoz, con la comparsa Las Negritas Puloy .
La primera vez que estas negritas trabajadoras salieron a recorrer las calles de Barranquilla fue en el Carnaval de 1984.
Ese año, en la Batalla de Flores, unas ocho mujeres vestidas de negro, rojo y blanco, con collares y aretes y un tocado en la cabeza, que bailaban sensualmente al son de una papallera, se robaron los aplausos de la gente.
La iniciativa de Yennys Orellano dio resultado. El disfraz --inspirado en el logotipo de una harina-- y la comparsa que conformó con hermanas, primas y amigas, cautivaron el corazón de los barranquilleros.
Fue un año sin contratiempos, de risas y anécdotas. Llegó 1985 y volvieron a gozar el Carnaval. Iban de norte a sur, de oriente a occidente, moviendo sus caderas y tarareando una canción.
Por esas cuestiones de la vida y buscando un mejor estar, Yennys Orellano se trasladó a Cúcuta (Norte de Santander). La ausencia de la madre provocó la desazón en el grupo y conllevó a la desaparición de la comparsa.
Durante los siguientes años Las Negritas Puloy dejaron de alegrar a Barranquilla. Andaban, por esa época, recorriendo nuevos caminos o retomando los dejados, como Isabel Muñoz y sus hermanas, que regresaron a la cumbiamba El Cañonazo .
En 1994, las hermanas Muñoz decidieron cambiar de rol en las fiestas. No participaron en ellas, sino que sirvieron de espectadoras. La experiencia fue un desastre. No pudimos ver nada en la Batalla de Flores, que ya pasaba por la Vía 40. Había tanta gente que uno no podía moverse, todo era a empujones , dice Martha Cecilia Muñoz, una de las Puloy más entusiastas.
Esa misma noche, con el alma aún acongojada por el percance y recordando los buenos viejos tiempos, Isabel Muñoz, una barranquillera del barrio Montecristo, se propuso revivir a Las Negritas Puloy .
Adelantó una consulta entre familiares y amigas, y todos se mostraron de acuerdo. En 1995, Las Negritas Puloy volvieron con su encanto seductor.
En estos cinco años todo ha sido bueno para el grupo. Han obtenido varios premios y el número de integrantes se incrementó a 40, entre niñas, jóvenes bachilleres y universitarias, amas de casa, funcionarias y abuelas. Incluso, Yennys Orellano viaja desde Cúcuta para parrandearse el Carnaval.
También las llena de felicidad poder contar con Lía Visbal, una alegre mujer de 75 años, que a pesar de su avanzada edad, aún las sigue acompañando y mostrando su energía al bailar.
Las anécdotas son muchas, pero de la que más hablan ahora le ocurrió a Isabel Muñoz en la Guacherna del pasado viernes.
Cuenta Isabel Muñoz que iba feliz bailando por la carrera 44 con calle 68, cuando escuchó entre el público una voz que le llamaba. Cuando miró hacia el sitio de donde había salido aquella voz le tiraron una bolsita plástica de color oscuro. Ella la recibió y entregó a un compañero para que la guardara.
Ya en la tranquilidad de su casa decidió abrir la pequeña bolsa para mirar su contenido. Dice que no aguantó la carcajada al ver que se trataba de una tanga roja rebordada con hilos dorados. Es un lindo regalo , asegura.
Y mientras Las Negritas Puloy siguen haciendo historia en el Carnaval de Barranquilla, las palenqueras caminan balanceándose por las calles de la ciudad, vendiendo y gritando boooollo de queso, boooollo de angelito , cocada, caballito, alegría .
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